Vive en el Museo Panteón de San Fernando
El misterio de la última frontera
Redacción
Publicado el 22 de Julio de 2021
“Toda muerte es principio de una vida” –José Martí.
Hemos experimentado una dura pandemia y no es como si necesitara platicarles las dificultades que ha ofrecido o cómo, lamentablemente, millones de seres han partido prematuramente. Extendemos nuestras profundas condolencias y esperamos que haya resignación en quienes sufren dolor en estos momentos.
No obstante, tener conciencia y no miedo de nuestra mortalidad, no es solo un motivo para apesumbrarnos, sino una oportunidad para buscar darle sentido a la existencia. Sin minimizar el dolor y con cariño para quienes han observado de cerca el ciclo de la vida, recordemos que para varias personas visitar cementerios se ha convertido en un pasatiempo apacible, más allá de las tradiciones nacionales sobre la muerte y su fiesta o los momentos chocarreros ficticios con base en la última frontera. Exploran estas moradas eternas como lugares atractivos, apacibles, para celebrar la vida.
Panteón de San Fernando
Hace unos cuantos días, se celebró un nuevo aniversario luctuoso de Benito Juárez, quien se encuentra enterrado en un partenón de 16 columnas en el cementerio museo del Panteón de San Fernando, aledaño al Centro de la CDMX.
Asimismo conocido como el Panteón de los Hombres Ilustres, está ubicado a pocos pasos del metro Hidalgo y de la cantina La Única de Guerrero y la Iglesia de San Hipólito. Al arribar nos enfrentanos a una plaza arbolada con un marco de columnas como antesala (área a la que no le caería mal una remozada), en la que destaca el Templo de San Fernando y su panteón.
El lugar tiene 15 años de funcionamiento como museo, luego de inaugurarse con estos fines en 2006. Es una visita atractiva, en la que sobresalen los mausoleos de leyendas y líderes, incluso bóvedas vacías, para experimentar una sensación de silencio e historias pasadas que hoy nos invitan a presagiar la vida actual y futura.
Previo a la pandemia, uno paseaba entre su reducido espacio y veía cómo llegaban a proyectar películas del Festival Macabro, sino es que un miércoles por la tarde-noche, una catrina representaba a un ánima que nos transportaba al Mictlán de ese espacio durante las Noches de Museos. Recibíamos la historia del lugar y avanzábamos en una falsa madriguera de conejo imaginario, con reloj en mano para investigar qué genealogías nos emparentan con la historia.
El panteón fue uno de los cementerios más importantes del México del siglo XIX, al ser el lugar de descanso final del expresidente Benito Juárez y su esposa Margarita Maza, del general Ignacio Zaragoza, del líder independentista Vicente Guerrero, de la soprano Henriette Sontag, del escritor Francisco Zarco –cuyo cuerpo permaneció por meses en la casa de un amigo, sentado en la mesa… ¡para platicar!, antes de trasladarlo a la lápida en su honor–, Miguel Miramón (enviado posteriormente a la Catedral de Puebla), los virreyes Matías de Gálvez y Gallardo y Bernardo de Gálvez (padre e hijo), quienes ordenaron la construcción del Castillo de Chapultepec. Se suman figuras como Melchor Ocampo, Miguel Lerdo de Tejada e Ignacio Comonfort, entre otros.
Dentro de los múltiples detalles curiosos del lugar, sobresale la placa del nicho #19. Apareció en 1927 con un nombre inusual: Isadora Duncan, sí, la bailarina que aparentemente nunca estuvo relacionada con México. Muerta en Niza, Francia, se cree que esta placa fue inscrita por algunos admiradores suyos, entre los que se sospecha de Plutarco Elías Calles.
Foto: CC BY 3.0
Es inevitable en un jardín con un propósito, con cuerpos que descansan bajo tierra y una superficie decorada con árboles, arbustos y estatuas estratégicamente colocadas. También observamos el ciclo de la vida con los encargados del sitio, que quitan la hierba muerta de las lápidas, enderezan los arreglos florales y reposicionan las piedras. Porque los cementerios, como los funerales, son para los vivos más que para los muertos.
Recuerdo a figuras como Andrés Buenfil, doctor en análisis de energía y sistemas ecológicos por la Universidad de Florida, quien seguía una visión científica en la vida, en la cual la muerte es la cosa más natural en la vida. Como tantos más, decía que no es nuestro final, es sólo el cierre de un ciclo. Acto seguido preguntaba si hemos vivido la vida que quiere nuestro corazón. “¿Qué cosas cambiarían, qué harían para poder morir mañana y sentirse satisfechos y en paz?”, “¿Qué harían para sentirse realizados y gozosos con su vida?”. Para responderlo, quizá sea útil un paseo entre las tumbas de personajes históricos y anónimos, en un área reducida en la que uno puede detenerse en los detalles de los mausoleos o los personajes enterrados en una república ulterior que parece hermanada con el cementerio Père Lachaise parisino, ambos con símbolos masónicos ocultos en ciertas tumbas, al igual que las posibilidades no solo ocultas, sino visibles para hallar el sentido que siempre ha tenido el precioso regalo de la existencia humana.
“Que los muertos aquí es donde tienen que estar. Y el cielo, por mí, se puede esperar […]” –Mecano.
Dirección: Calle San Fernando 17, Centro Histórico de la Cdad. de México, Guerrero, Cuauhtémoc.
Foto principal: CC BY-SA 3.0
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