The Slits, Pylon: del punk as postpunk femenino
Música underground entre generaciones rebeldes
Paulina Martínez
Publicado el 13 de Noviembre de 2020
Dobles pedales, guitarras distorsionadas, luces y unos gritos enfurecidos, son los sonidos básicos del punk. La furia de una generación entre acordes y silencios de golpe, para protestar y mostrar el descontento hacia la estructura y dinámica social de nuestro contexto. Un escenario en el que los mohicanos de colores estridentes, las botas industriales, cadenas, tatuajes, chalecos de cuero, medias rotas y un estilo completamente auténtico y rebelde, se dibujó para abrir paso a una ola de música energéticamente molesta, a mediados de los 70.
Fue así que, desde entonces, la dimensión sónica en la que la desarmonía cobró un sentido estético para la industria de la música, generando un ambiente contestatario. Desde luego, que grandes bandas protagónicas del género, eran lideradas, en su mayoría, por hombres. Pensemos en Sex Pistols, The Ramones, Dead Boys, The Voidoids y muchas más que ahora identificamos como pioneras. Sin embargo, el espacio rebelde también dio oportunidad a una ola de música punk liderada por mujeres; por ejemplo, Blondie, y desde la mismísima Patti Smith a Kathleen Hanna, líder de Bikini Kill.
El metálico puente entre el punk y el postpunk
No es un secreto que el género encasilla toda una corriente activista de distintos ejes y luchas. Además, cómo todo en la vida, fue evolucionando; tanto en discurso como en sonido. Fue así que llegó el postpunk a principios de los ochentas, con un sonido mucho más suave pero de mismo corte contestatario y protestante. Cuando hablamos de esta nueva corriente vienen a nuestra mente canciones como “Love Will Tear Us Apart”, de Joy Division.
Podríamos decir que el punk es un adolescente enojado y furioso, que lo demuestra energéticamente entre sus sonidos y gritos. Mientras que el postpunk es este adolescente con la misma visión enfurecida, pero vertida hacia una resignación en la que no hay energía para gritar. Es decir, el postpunk sólo mantiene esta neblina grisácea de una visión decepcionada y triste del mundo. Esto por ejemplificar a grandes rasgos. Sin embargo, también es verdad que esta corriente desata momentos energéticos importantes.
Al igual que cualquier género, la marea de música de este corte femenina comenzó a llegar a la orilla. Entregándonos grandes voces y álbumes. Un claro ejemplo es Pylon, liderada por Vanessa Briscoe y creada a finales de los 70. Este grupo significó un parteaguas para el postpunk y su nueva ruta sonora. Sonidos melancólicos, metálicos, y resignados, con una esencia obvia del punk purista. Los dobles pedales, los acordes distorsionados y el juego entre sintetizadores se mantuvieron a la par, como parte de un sello y homenaje al género. Incluso, acaban de lanzar un álbum nuevo, titulado Pylon Box, en el que recopilaron una serie de canciones remasterizadas.
El intento fallido y la corta vida de lo que se convertiría en leyenda
En las mismas fechas, también descubrimos la otra cara del postpunk, cuando en un sótano de una casa okupa (movimiento social radical que propugna la ocupación de viviendas o locales deshabitados, temporal o permanentemente) en Londres, se reunió por primera vez un grupo que se hacía llamar The Flowers of Romance, una banda que no tenía ninguna clase de fama, pero tal vez sí suerte. Pues en esa presentación se encontraba Joe Strummer (miembro de la banda punk británica The Clash, y luego de The Mescalero). Igualmente, se encontraban personajes como John Lydon, Mick Jones, Siouxsie Sioux, Sid Vicious, Viv Albertine y Palmolive, que de hecho formaban este proyecto que no siguió un camino futuro. Sin embargo, si por algo debemos reconocerlo y nombrarlo ahora, es por democratizar el punk, y la cuestión del género, pues fue un intento de armar una banda en la que hubiera la misma cantidad de hombres como de mujeres.
Después de este intento fallido, sabemos lo que sucedió con algunos nombres mencionados. Sin embargo, nos enfocaremos en el destino sobre esta democratización de género dentro del punk. Y es que entonces The Slits sale a relucir en la historia, pues fue uno de los pocos grupos en la escena en el que la banda se conformaba únicamente por mujeres.
Integrado por Viv Albertine, quien se une en 1977, pues el grupo ya llevaba activo desde 1976. Junto a ella, la formación definitiva la conformarán la emblemática Ari Up como cantante, la española Paloma Romero (o Palmolive) en la batería y Tessa Pollit en el bajo.
Esta banda revoluciona la música, y se atreven a hacer lo inimaginable. Con The Slits encontramos una mezcla de ska, reggae, pop, con ecos de lo que estaban haciendo los grupos de la escena pero sin acercarse a ninguno, y convirtiendo su sonido en uno auténtico. Quizá también esto fue la razón por la que la vida de este grupo fue corta, pues entre tanta experimentación tal vez nunca definieron un camino concreto, pero sin duda, marcaron la historia para siempre. Sobre todo si recordamos la histórica imagen de Ari Up orinando sobre un escenario, que de hecho, al respecto Albertine comentó lo siguiente:
“Nunca una chica había orinado sobre un escenario. Pero Ari no lo hizo por una cuestión de rebeldía ni para escandalizar a nadie, simplemente necesitaba hacer pis”. Sin embargo, no cabe duda que es una imagen del punk que jamás se borrará de la historia.
En su corta vida musical, en 1981 The Slits se separa definitivamente. El panorama de la música ya era otro, para ese entonces Sid ya estaba muerto, The Clash ya estaba dando sus patadas de ahogado, mientras Siouxsie and the Banshees resistía y crecía. Además, Viv Albertine deja incluso de escuchar música, así cuenta en sus memorias.
La llama energética que parecía no poder apagarse nunca, se extinguió, o al menos el aire la llevó a otro incendio más tranquilo. El punk había terminado, pero su legado permanecerá para siempre, abriendo una puerta hacia lo que definíamos anteriormente como el postpunk y toda esta resignación en la que ya no quedaba nada.
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