“Moonfall”: narraciones apocalípticas y el morbo del fin del mundo

Roland Emmerich estrena su nueva cinta el jueves 3 de febrero

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Paulina Martínez

Publicado el 05 de Febrero de 2022

“Moonfall”: narraciones apocalípticas y el morbo del fin del mundo

¿Qué pasaría si los terraplanistas siempre tuvieran razón? ¿Imaginas descubrir, después de tanto, que nuestro planeta no es redondo? ¿Y si al final los antivacunas tienen razón? ¿Qué pasa si todas las teorías conspiracionistas son reales? ¿Con qué credibilidad nos despertaríamos cada día para continuar con nuestras “vidas normales”, para descubrir que todo lo que sabemos del mundo y sus horizontes son, en efecto, puras mentiras? 

La nueva cinta de Roland Emmerich (Día de la independencia, El día después de mañana), Moonfall, pronto a estrenarse el 3 de febrero, nos regresa a las historias en donde la grandilocuencia de las ficciones conspiracionistas y el cine hollywoodense nos mantiene atentos y emocionados de principio a fin. Sin pretensiones artísticas, narrativas o experimentales, Moonfall se presenta como una ficción que nos dibuja un escenario sobre el: ¿qué pasaría si las leyes físicas no son como “creemos” haberlas entendido hasta ahora?

Construimos nuestra cotidianidad a partir de lo que creemos, sabemos y conocemos. Cada día despertamos y el cielo sigue siendo azul, el sol sigue saliendo y las estrellas caen con el anochecer. A estas alturas de nuestra civilización, las obviedades no se cuestionan, o uno pensaría que no. Sin embargo, los terraplanistas existen y aseguran que el planeta no es redondo, y así un puñado de ejemplos en los que las teorías conspiracionales parecen tan absurdas que, a veces, por puro morbo nos gusta creerlas o pensar en un “inocente”, ¿qué pasarías si…? 

Hace dos años celebramos el inicio de una nueva década, una nueva era. El 2020 había iniciado, y lo que nadie vio venir fueron las palabras: virus nuevo, neumonía atípica, muertes, apoderándose de los titulares en todo el mundo. El escenario pandémico nos dio la bienvenida a esta nueva época en la que todos teníamos/tenemos un enemigo en común: el COVID 19. 

Comenzamos a vivir nuestra propia historia de ficción en la realidad, y aunque, para decepción de varios, no hubo zombis, guerras o un camino del héroe tangible como en la cinta: Soy leyenda de Will Smith, es un hecho que nuestro morbo por el famoso “fin del mundo” y nuestra insaciable adicción por los “escenarios distópicos” incrementó considerablemente. 

No es ninguna novedad, simplemente hoy más que nunca el abismo de pensarnos (o sabernos) efímeros como especie nos atrae más que nunca. Una vez más, Roland Emmerich se aventura a poner en escena, una de las miles posibilidades para, el fin del mundo. En esta ocasión hablamos de algo que supera el cambio climático que vimos en El día después de mañana, o la llegada alienígena al estilo de Orwell en El día de la independencia.

Moonfall nos advierte de una amenaza mucho más cataclista, en la que no sólo se presume de la posibilidad de extinción de la especie humana, sino incluso del planeta mismo. La historia retrata cómo una “fuerza misteriosa” comienza a afectar el movimiento de la luna, provocando que nuestro satélite salga de órbita, amenazando la vida en nuestro planeta. Sin embargo, y como en toda fórmula del estilo, ya existe un equipo que se arriesgará para salvar al mundo. Se trata de los astronautas Jo Fowler (Halle Berry) y Brian Harper (Patrick Wilson), así como un experto en teorías conspirativas (John Bradley).

Uno pensaría que hablamos de una película más del estilo y quizá no sea tan incierta esta idea. Sin embargo, y algo que Emmerich recalcó fervientemente sobre la manera de hacer esta clase de cintas en la era en la que Marvel, DC y Star Wars están apoderándose de las narrativas catastróficas, es cómo esa mirada “está arruinando un poco a nuestra industria, porque ya nadie quiere algo que sea original”, afirmó en el marco de esta nueva producción para Den Of Geek.

Más allá de cómo la industria se está viendo severamente afectada por los aparentes monopolios de la ficción, en que no sólo basta con lanzar cuatro películas por años, sino también sumarle las nuevas series de las mismas franquicias en las plataformas streaming; la fórmula sobre estas grandilocuencias hollywoodenses no es muy distinta del resto:

El mundo se ve amenazado por algo más grande que toda la humanidad. Tenemos los personajes arquetipos que entran en la mediana categoría de personas comunes, por no decir mediocres, en las que claramente cualquier espectador se va a reflejar. Algo muy bien ilustrado en Spider-Man. El mundo y sus líderes tienen la “aparente solución” y no confían en quienes, de hecho, saben cómo lograrlo: los personajes comunes y corrientes en los que nadie confiaría el destino de la humanidad. 

Más allá de si las fórmulas son o no originales, podemos hablar de cómo sí radican en autenticidad. Es decir, esta última producción de Emmerich cumple con lo que cualquier película del estilo lanza en expectativa: entretenida, escenas catastróficas y ponderantes, un imaginario en donde ¿qué pasaría si…? se encuentra bien ilustrado y elaborado. Una argumentación sólida y una construcción de personajes sencilla, pero no por eso menos veraz y asertiva. 

Moonfall, a lo contrario de lo que podría parecer, es una película completamente independiente que no formó parte de ninguna casa cinematográfica de renombre. Asimismo, además de catalogarse como una cinta independiente, no sólo eso, sino que fue una de las cintas más caras independientes de la historia, ya que tan sólo para su realización se reunió una suma de 146 millones de dólares, con un importante monto de socios chinos. 

Uno podría decir que se trata de un “churro más” en cuanto a temáticas, pero pensando en lo que defiende el director, es verdad que esta historia tiene todas las de ganar, ya que no tiene intenciones de ser una obra de arte, una pieza experimental y abstracta, ni mucho menos una cinta más de superhéroes. 

Emmerich hace frente a la industria que nos tiene hipnotizados con la misma historia contada en diferentes superhéroes y sagas espaciales. 

Nuestra adicción al fin del mundo y el vértigo por imaginarnos finitos nos atrae, como moscos nos alimentamos el cerebro de materia entretenida que nos ilustre audiovisual y filosóficamente estos escenarios. En este sentido, Moonfall se suma a la lista de películas que pretende alimentar esa obsesión a través de un intento por diversificar la industria cinematográfica.

Paulina Martínez


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