Moda vintage, de paca y la industria ecológica
Paulina Martínez
Publicado el 17 de Septiembre de 2020
¿Cómo cuidar el planeta y no perder el estilo? No hace mucho que escuchamos noticias cada vez más alarmantes, sobre el calentamiento global y la cadena de sucesos desafortunados que este desata. Mientras tanto, conceptos en la industria de la moda como la ropa de paca, tiendas de segunda mano y ropa ecológica se han convertido en un nuevo punto de interés, para aquellos que se empeñan en cuidar el planeta, sin dejar de un lado el ícono de su identidad a través de su guardarropa.
De diversas tendencias sobrevive el mundo del fashion style. Más allá de las distintas paletas de colores, temporadas y climas, la moda se monta en tendencias que también se sostienen en un contexto y discurso social. Por ejemplo, pensemos en la incursión de la ropa genderless, la cual responde a una visión mucho más inclusiva y dispuesta a quebrantar estereotipos de género que se fueron construyendo alrededor de su contexto, pero sobre todo en el estilo y tipo de ropa que uno vestía.
Lo mismo sucede con la conciencia y el cuidado del medio ambiente. Es decir, ya hace unos años lo vintage se volvió la moda que todos comenzaron a vestir. El estilo retro regresó junto con la nostalgia de aquellos remakes y spin offs en las narrativas ficcionales, y como consecuencia, la moda revivió sus mejores outfits y estilos.
De tal modo, comenzó a popularizarse la compra-venta de ropa de segunda mano y los enormes tianguis de paca comenzaron su revuelo con las nuevas generaciones que lo vieron como alternativa para permanecer a la moda. Mientras a la par reivindicaban el comercio justo y la conciencia de quitarle poder a aquellas empresas maquiladoras que fabrican ropa en toneladas, y quienes generan un fuerte impacto negativo para el medio ambiente.
¿Quién pensaría que para fabricar unos jeans se gastan alrededor de 7 mil litros de agua? Así es, eso únicamente para una sola de estas prendas, ahora imagina cuánta agua se desperdicia para la maquilación de miles de jeans. Otro ejemplo está en los zapatos de deporte, en los que en promedio se utilizan 4 mil 400 litros, o para fabricar una camisa de fibra sintética se usan alrededor de mil litros, o si es de algodón, mil 200.
También pensemos en la post fabricación y el momento en el que la utilizamos. Por ejemplo, los tintes sintéticos que se emplean para dar color a las prendas usan metales pesados y tóxicos como el plomo, el níquel y el cromo VI. Entonces, cada vez que lavamos ropa teñida de manera artificial, estamos desechando contaminantes para el medio ambiente.
La segunda vida de los outfits
Si no existe la reencarnación humana, la existe en nuestros outfits. Sobre todo si pensamos en la cultura del reciclaje sobre nuestro guardarropa. La reciente tendencia de comprar en segunda mano o ir a los tianguis de paca, ha resignificado la consciencia sobre nuestro consumo y nuestro papel como consumidores. La mejor parte es que esto trasciende todas las barreras que creíamos existían, pues entre más vintage sea nuestro outfit, adquirimos un estilo único y se corre menos riesgos en replicar algún outfit con los demás. Cosa que claramente no sucedía con las grandes tiendas del fast fashion, pues todos siempre veíamos algo de nuestro clóset pasear por la calle en el cuerpo de alguien más.
Además, al darle esta segunda vida a nuestra ropa estamos ayudando a mantener una economía local, mientras le damos (poco a poco será importante este impacto) un respiro a nuestro planeta.
El creador del concepto huella hídrica, Arjen Hoekstra, ha estimado que para fabricar una camiseta de algodón se utilizan unos 2 mil 900 litros de agua y en unos vaqueros gruesos unos 11 mil 800. Por ejemplo, en países como España, se calcula que cada persona genera unos nueve kilos de residuo textil al año y que, con frecuencia, las prendas solamente las usamos unas siete u ocho veces antes de tirarlas o regalarlas.
Un consumo consciente y con mucho estilo
Sin afán de idealizar a las generaciones, es un hecho que recientemente se está teniendo una cultura sobre el consumo y el papel del consumidor en este sistema que vivimos. Al fusionar los discursos sociales y políticos, con la creación de una identidad también hemos involucrado a la industria de la moda y el importante impacto negativo que esta genera al planeta y a miles de personas en el mundo.
Porque antes que nada, la moda es un vehículo para definir nuestra identidad y lo que queremos expresar de nosotros mismos con el mundo. De ahí que la variedad de estilos, tendencias y prendas se conviertan en el ícono identitario para cada persona.
Diferentes estudios, han demostrado que cerca del 60% de los jóvenes consumen productos de segunda mano, y esto sólo podríamos verlo como una reacción a la situación que vivimos y el constante bombardeo alarmista en el que el mundo se dibuja.
Ahora podríamos definir que hacer el cambio conlleva mucho estilo, o al menos es lo que se pretende. Querer cambiar el mundo y también nuestro guardarropa, ahora van más unidos de la mano que nunca y parece ser que la moda está dando su grito en el cielo (en el buen sentido) mientras el planeta lo agradece.
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