Medio ambiente y veganismo
Vida Verde. Bienvenido al veganismo. Capítulo III.
Redacción
Publicado el 30 de Mayo de 2022
Una y otra vez escuchamos que la dieta vegana es mejor para el planeta que las dietas que incluyen productos de origen animal. En términos generales no hay dudas al respecto, pero el consumo de algunos alimentos de origen vegetal también puede profundizar en la huella ambiental.
Los estudios y estadísticas muestran al procesamiento de carne como un problema en el incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Requiere más tierra, agua y causa más daño ambiental que cualquier otro producto alimenticio. Desde hace tiempo se recomienda reducir nuestro consumo de productos animales no solo para beneficiar nuestra salud, sino también la de nuestro planeta.
Ahora piensen en un sabroso licuado vegano para iniciar el día (no siempre se llamaban así). Está repleto de nutrientes y hace maravillas para la salud. Pero aunque parezca extraño, no siempre otorga el mayor bien al planeta. Este puede incluir productos no locales, que ocuparon extensas áreas para su cosecha o distintos recursos para su consumo.
Aunque el daño al planeta del veganismo no se compara con el daño que provoca la carne y los productos lácteos, quien adopte esta dieta por razones ambientales podría observar si su dieta incluye productos más amigables que otros para el medio ambiente.
Por ejemplo, frutas como los arándanos y fresas a menudo son transportadas por vía aérea a destinos donde no existe esa fruta local de temporada. Si somos congruentes con el activismo, veganos o no, es importante considerar al agua, tierra y huella de carbono para cultivar y transportar frutas perecederas de distintos volúmenes.
Imagen: Redfam en Pixabay
En los cultivos también importa el tamaño así como los fertilizantes artificiales y sus emisiones globales de gases de efecto invernadero, además de la transportación y conservación del producto. Aunque se haya demostrado que el veganismo como un todo es una alternativa si queremos hacer un cambio real, no es una religión. No solo no hay que descartar la realidad de los requisitos nutricionales para estar sanos, sino que hay que entender que volverse veganos requiere disciplina y, más allá de los lugares comunes, escuchar el debate de los especialistas. Ellos teorizan alternativas sobre los efectos de la labranza de los campos y de las características e influencia económica de un sistema enquistado en cadenas de suministro que se construyeron con diversos fines.
Nadie dice que nos quedemos cruzados de brazos ante la urgencia ambiental, pero es un tema complejo. ¿Quieren un ejemplo? El aguacate. Sí, el: “agua pasa por mi casa…”. Es una fuente importante de vitaminas, ácidos grasos y del chico chicho de la película gacha: las proteínas. Pero su proceso necesita grandes cantidades de agua, lo puede desembocar en la extracción ilegal del líquido y otros costos sociales. Para que el guacamole sepa más sabroso además sumemos los limones… o, en otro caso, las frutas y verduras transportadas por aire, que pueden generar más emisiones de gases de efecto invernadero por kilogramo que algunos productos avícolas de extracción local. Algo parecido puede decirse del cacao, los frutos secos, las almendras, las setas.
Parece blanco y negro, y no lo es, como tampoco la realidad alimenticia o la energía y recursos empleados en la alimentación (y en su desperdicio…).
Más allá de la función social o industria alrededor, no existe duda de que la dieta vegana es una opción responsable con el medio ambiente, pero si realmente queremos marcar una mayor diferencia, la carne y lácteos no es lo único a considerar.
Imagen: terimakasih0 en Pixabay
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