La exposición que está en todas las redes
Un ciclo de exposiciones en el Museo Tamayo
Nora Morales
Publicado el 15 de Junio de 2022
Ya sea que tus amigos sean asiduos al mundo del arte, como si no, casi cualquier citadino ha visto a estos payasos retozando en el patio del Museo Tamayo entre colores de arcoíris.
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Esta exposición forma parte de un ciclo por el orgullo LGBT+, estas esculturas forman parte de Vocabulario de la soledad, del artista Ugo Rondinone, compuesta por tres piezas y podrás verlas hasta el 4 de septiembre.
La primera te recibe desde la fachada del museo, un espectacular que ya ha rondado las calles de la CDMX, y es llamada “El amor nos inventa”. La de dentro, también se llama de la misma manera, y consiste en intervenir las ventanas y tragaluces jugando con las luces naturales, creando un espacio teñido de arcoíris.
El artista suizo es reconocido como una de las grandes voces de su generación, un artista que propone reflexiones mordaces sobre la naturaleza y la condición humana, al mismo tiempo que establece un vocabulario formal y orgánico en el que fusiona una gran variedad de tradiciones escultóricas y pictóricas.
La última pieza son los 45 payasos de tamaño real que están distribuidos desde el mezzanine hasta el área central del museo. Cada uno de ellos ilustra un día en la vida de una persona soltera: comer, soñar, pensar, bañarse. Pero la obra invita al público a hacer asociaciones libres sobre ellos, sobre todo ahora que las nociones de aislamiento y soledad adquirieron nuevos significados.
Al artista le interesa generar emociones inmediatas, aquellas que no se necesitan pensar y que suelen venir acompañadas de símbolos sumamente conocidos, como los payasos.
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Pero la exposición “de los payasos” forma parte de otras dos más, aunque sí, menos llamativas. La primera es Un conejo partido a la mitad, de Julio Galán, es una revisión del arte pictórico del artista mexicano, así como su relación con la fotografía, el cine y el performance. Galán desarrolló un lenguaje plástico único, extremadamente rico y complejo, del cual él es el principal protagonista y cuya originalidad pasó por largo tiempo inadvertida en los discursos del arte contemporáneo.
La exposición aborda las problemáticas de género e identidad en la pintura de Galán desde la perspectiva de las décadas del ochenta y noventa del siglo pasado, y revaloriza su pertinencia en la época actual, posando una mirada crítica sobre las ficciones de identidad y los modelos discursivos asociados con el multiculturalismo.
Un conejo partido a la mitad cuenta con más de 80 cuadros y esculturas de colecciones nacionales e internacionales, y se complementa de fotografías y retratos de Graciela Iturbide, Juan Rodrigo LLaguno y Enrique Badulescu, así como de objetos personales y material de archivo.
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La última la primera exposición de la fotógrafa estadounidense Nan Goldin, la cual da cabida al importante legado de la artista estadounidense a las artes visuales, a la revolución sexual y, más recientemente, al reconocimiento a la crisis de opioides en Estado Unidos, el cual desde 2017, la artista transformó en una postura activista.
La muestra reúne dos obras icónicas de Nan Goldin. The Other Side retoma algunas de sus fotografías más tempranas; y Memory Lost es su obra más reciente.
La primera presenta algunas de sus fotografías más tempranas de los setenta y ochenta, donde retrata a su círculo de amigos en las escenas drag de Boston y Nueva York.
Las imágenes, llenas de intensidad y fragilidad, tratan la cotidianidad con una honestidad brutal, dejando un testimonio de la vida misma donde describe cómo sus amigos se crearon a sí mismos y a sus identidades durante una época en la que todavía no existía un vocabulario para sus afiliaciones de género fluidas.
Mientras que la más reciente, Memory Lost, es una combinación de imágenes del archivo personal de Goldin con una banda sonora comisionada por la artista. La presentación de diapositivas es un inquietante y sensual viaje que ofrece una reflexión sobre la opacidad de la memoria. Documentando una mirada a la vez familiar y reformulada, las imágenes de archivo inéditas hacen un retrato de la memoria como una experiencia vivida y presenciada, alterada y perdida bajo el lente de las drogas.
Esta exposición no sólo se observa, sino que se vive audiovisualmente, ya que la banda sonora de Mica Levi es fundamental para vivir en carne propia la carga emocional. Incluye fragmentos de mensajes de voz del teléfono de la artista en periodos de aislamiento por el uso de drogas.
Esta serie de exposiciones habitarán el Museo Tamayo hasta el 4 septiembre de este año, no sólo es estéticamente agradable, sino que tiene una propuesta pertinente sobre el género, la identidad y la soledad.
FOTO: MUSEO TAMAYO ARTE CONTEMPORÁNEO, CC BY-SA 3.0, via Wikimedia Commons
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