Vivir en un presente con pandemias, problemas ambientales, terremotos, precariedad laboral, incertidumbre, una guerra europea; no es fácil. Por algo los cubrebocas continúan lejos de la pantalla chica y grande, nadie quiere ver una película tan real.

Sólo basta echar un vistazo a las tendencias actuales y los booms para entender que necesitamos escapar. Tal como las personas del siglo pasado, cuando las Guerras Mundiales estaban por explotar, la gripe española diezmó Europa, e incluso, la Revolución Mexicana, la moda, el surrealismo y el realismo mágico inundaron el mundo.

Casi como competencia directa de Coco Chanel, la italiana Elsa Schiaparelli creó una estética surreal, fue la creadora de poner cosas donde no deberían de haber estado, manos en cinturones, aspirinas en collares, cigarras en botones, garras en las yemas de los dedos de los guantes.

 

 

 

 

 

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Chistes que a veces terminaban por no serlo, la diseñadora durante la prohibición de alcohol vendió un abrigo capaz de ocultar una petaca; más adelante, creó un mono para usar en los refugios antebombardeos.

Aunque su auge fue adorado en su tiempo, en 1954 la casa de moda cerró, pero esto no quitó a la diseñadora del radar. Schiaparelli convirtió recortes de periódicos en tela e inspiró a John Galliano y el torso de una mujer en un frasco de perfume también fue la inspiración para Jean Paul Gaultier.

Algunas de sus piezas más icónicas fueron diseñadas bajo la colaboración de Dalí, era una surrealista más del gremio artístico de ese tiempo. La forma en que Schiaparelli presentó su trabajo también sigue siendo relevante. Fue una de las primeras en adoptar colecciones temáticas, eligiendo temas como la música, la astrología, lo pagano (hacer que las mujeres parecieran pinturas de Botticelli) y el circo.

El espectáculo de circo de 1938, en particular, con sus bailarines y payasos contratados, se ha citado durante mucho tiempo como un ejemplo del ascenso del surrealismo en medio de la amenaza de guerra. Un mes después del espectáculo circense, Hitler invadió Austria.

Casi como espejo, Jeremy Scott transformó la pasarela de Moschino en una mansión de fantasía, al mero estilo de La Bella y la Bestia. Los modelos vestían relojes de pie o candelabros en la cabeza, mientras desfilaban en un plató inspirado en 2001: Odisea del espacio. Por azares del destino, el espectáculo ocurrió el día que Rusia invadió Ucrania.

 

 

 

 

 

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Después de que la marca Schiaparelli reviviera en 2013 con Christian Lacroix, el nombre de sus directores creativos han explotado, sobre todo el de Daniel Roseberry, quien ha tomado el surrealismo de la marca y la ha llevado a nuestros tiempos en forma de haute couture.

En su más reciente colección titulada Born Again, Roseberry hace una oda a la inocencia creativa, el optimismo y la alegría pura de la moda. 

Frente a las crecientes presiones sobre los diseñadores de moda para que le den a su trabajo un toque “serio” y lo usen para hacer una declaración, Roseberry tomó una ruta diferente para esta colección: 

“El camino más difícil es seguir siendo un miembro comprometido de la sociedad y, al mismo tiempo, en el trabajo de uno, atreviéndose a volver a una especie de inocencia creativa, al estado de asombro y asombro que todos sentimos cuando vimos nuestro primer espectáculo trascendente”, cuenta el diseñador.

Bajo la pregunta: ¿qué hay de malo en querer hacer cosas hermosas?, es que Born Again resultó ser un espectáculo extravagante sin disculpas de principio a fin, que se remonta a los orígenes ultra glamorosos de la Alta Costura.

Las siluetas eran clásicas con un giro, cada look lleno de elementos inesperados, niveles asombrosos de arte y referencias a la fundadora Elsa Schiaparelli, mientras que la música clásica al estilo de Disney sirvió para aumentar el drama.

Con su combinación de terciopelos, sedas, plumas, corsetería, pesados ​​adornos dorados, adornos intrincados y algunas de las siluetas más icónicas de Schiaparelli, la colección de Roseberry fue un viaje visual a través de los archivos de la maison, pero con una inclinación notablemente moderna.

 

 

 

 

 

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Roseberry mantiene distancia con extraer cosas de la vida real y remezclarlas, el diseñador prefiere crear un mundo a partir de prendas, creando un surrealismo más alejado de la realidad posible. Donde el negro, el oro y los tacones con dedos se mezclan a la perfección con flores, tops de pulmones y piezas que hacen del cuerpo una escultura andante.

El mundo surrealista de Schiaparelli se amolda a nuestros tiempos, donde el terror, la ciencia ficción, el k-pop y las “películas” de ocho horas de duración están en todos lados. Estamos tan acostumbrados extirparnos del mundo donde vivimos, que poca sorpresa ha causado la “invasión alienígena”. 

No culpamos a Roseberry, a veces la belleza por la belleza es más satisfactoria que la realidad pintada de bandos.

Nora Morales