El aislamiento social y la importancia de las palabras
Todos hemos estado ahí
Nora Morales
Publicado el 12 de Noviembre de 2020
Sin duda esta pandemia ha dejado al mundo en una crisis de salubridad, no sólo en el ámbito físico por la Covid-19, sino en el ámbito psicológico. Fue un cambio tan abrupto que transformó la manera en que vivíamos y nos relacionábamos de un momento a otro que indudablemente ha tenido más de una repercusión en nuestras emociones.
Pero sin duda, el aislamiento social es una de las barreras que más nos ha costado sortear, ya que el miedo de contagiar y ser contagiados se encuentra en el otro ser humano, lo que inevitablemente nos ha hecho sentir más solos que hace mucho tiempo. Incluso si vivimos con alguien, las rencillas parecen inevitables, por lo que muchas veces nos sentimos sumamente tristes.
No cabe duda de que muy poco de lo que estamos experimentando en la actualidad es placentero, pero también es un buen momento para comenzar a conocer nuestro espectro emocional.
Vivimos en una sociedad que prioriza la oración “lo que no se nombra no existe”, por lo que muchas veces cuando estamos en momentos límite como este, solemos aventurarnos a expresar lo que sentimos, pero tal vez desde un desconocimiento que hace que nos sintamos peor.
¿Por qué?
Nos han enseñado que la descarga emocional y aquella verborrea que nace desde el hígado, es liberador, pero no siempre surte ese efecto, ya que nombramos lo que sentimos con otras palabras que nuestro cerebro asocia de forma distinta, y al final, termina por ser una verdad para nosotros.
No es una cuestión de autoaplicarse gaslighting, sino de ser conscientes de la importancia de las palabras para nombrarnos y todo lo que tiene que ver con nosotros. No es ninguna novedad que enfermedades psicológicas como la ansiedad y depresión han tenido un repunte en los ciudadanos del mundo, pero decir a la ligera que estamos deprimidos es más complejo de lo que parece.
Aunque las palabras tienen como primer filtro nuestra subjetividad y tienen cargas emocionales y contextuales individuales, no es aventurado aseverar que conceptos como “tristeza” y “felicidad” tienen una carga universal. Nuestra sociedad occidental se basa en la narrativa para entender las situaciones, y muchas palabras tienen dentro de sí una narrativa universal.
Por ello es que se siente igual decir “no puedo” a “no quiero”, ya que la libertad y la decisión propia atraviesan a dos frases tan simples. Y aunque conscientemente no sea gran cosa, para nuestro inconsciente lo es.
En este sentido, es de suma importancia que cuando nos encontremos solos sin poder salir de casa, analicemos fríamente lo que estamos sintiendo, ya que como sea que estemos nombrando ese momento, nos hará sentir mejor o peor.
¿Qué tal que no estoy deprimido, sólo un poco triste? ¿Qué tal que no es depresión, sino aburrimiento? ¿Y si sólo estoy harto, mas no triste?
En este sentido, The New York Times deja sobre la mesa una somera diferenciación entre la depresión clínica y el aburrimiento (que después de tanto meses, la línea comienza a borrarse):
“La depresión clínica se caracteriza por el insomnio, la pérdida de autoestima, pensamientos y conductas suicidas y, sobre todo, una incapacidad de experimentar placer, entre otros síntomas. En el aburrimiento, la capacidad de sentir placer está completamente intacta, pero está frustrada por un obstáculo interno o externo, como vivir en cuarentena (el aburrimiento, además, tampoco produce ninguno de los otros síntomas de la depresión)."
Y si lo pensamos fríamente, realmente no podemos culparnos por confundir estos sentimientos. Vivimos en una sociedad que pocas veces se detiene (sólo una pandemia lo logró) y donde siempre hay algo que hacer. El aburrimiento y la introspección son cosas del pasado si tenemos internet y un gadget a mano, por lo que bien podríamos asegurar que esta es la primera vez que no queda más que la introspección y el aburrimiento masivo.
Tal vez tengas Netflix, cinco cursos online a los cuales aplicaste, tres zoom partys e ideas para decorar tu hogar. Pero todo ocurre en el mismo lugar, vamos, es algo que no vale la pena explicar, todos lo hemos sentido de una forma u otra en este tiempo.
Por lo que si ya tenemos el tiempo, ¿por qué no analizar lo que sentimos? Es un hecho que nos sentiremos mejor si entendemos que lo que sentimos es aburrimiento, y todo lo que conlleva esa nula estimulación de algo distinto: tristeza, cansancio, hartazgo, ansiedad (porque también es indudable que el ocio es muy mal visto en nuestra sociedad)… Un sinfín de sensaciones que antes era fácil evadir.
Claro que si concluyes que lo que sufres no es aburrimiento masivo, sin duda, acude a ayuda profesional, siempre es un buen momento para priorizar nuestra salud psicológica.
Pero si no, te aseguramos que te sentirás mucho más liberado si dices que “estás profundamente aburrido” a que digas que “estás profundamente deprimido”. Tu inconsciente recibirá este apalabramiento de una forma distinta, y es posible, que te sientas mucho mejor.
FOTO: Adobe Stock
Compartir