El 2020 nos enseñó más de lo que creímos
La importancia de la esperanza frente a la ilusión
Nora Morales
Publicado el 09 de Febrero de 2021
El 2020 no ha sido fácil para nadie, ni ha pasado desapercibido. El hecho de pensar que al menos por unas semanas casi todo el mundo se detuvo, es simplemente incomprensible si lo pensáramos hace unos años.
Aunque a todos nos tocó vivir la pandemia de forma distinta y cada quien decidió qué pandemia vivir, es posible hablar de algunos conocimientos abstractos que el 2020 dejó en el mundo.
Si lo pensamos cada uno de nosotros ha vivido esta crisis de forma distinta, pero el punto en común es que todos la estamos pasando, y la crisis siempre ha sido un punto de inflexión con el que los seres humanos cambiamos de dirección, viéndonos obligados a transformarnos.
La crisis siempre ha estado ahí, cada quien vive las propias todo el tiempo, lo que parece asombroso es que todos estamos viviendo la misma, desde diversos frentes, unos más de cerca que otros, unos más solitarios que otros, unos más hacia dentro, otros más hacia afuera.
Lo que es cierto es que, así como en marzo de 2020 teníamos la ilusión de que “esto acabara en mayo”, nos vimos en diciembre esperando que por arte de magia el 2021 fuera mejor, que dejáramos la pesadilla el 31 de diciembre y al engullir las uvas a las 12:00 del 1 de enero de 2021 todo mejoraría…
Lo triste es que parece ser que es todo lo contrario, o tal vez no tan extremo, pero después de un año viviendo en la incertidumbre, ansiedad y miedo, ¿cómo no sentirnos profundamente desanimados y cansados al ver que este año pinta para ser similar?
Posiblemente será lo mismo, pero hay una esperanza en puerta (la vacuna) que parece un poco lejana, los números continúan subiendo y aún así todos esperan que ya nos hayamos acostumbrado a todo lo que llevamos haciendo por un año.
Si te sientes así, bienvenido al club, estoy segura que una gran parte de la población se encuentra sintiendo este cansancio en el que nuestra ilusión se rompió y todo seguirá así por más tiempo del que pensábamos.
Pero sin lugar a dudas, aceptar cómo nos sentimos y por qué, es el primer paso para sentirnos mejor.
Ahora, ¿qué hemos aprendido en 2020 que podemos implementar en el tiempo en el que esto continúe?
Tal vez antes de las cosas obvias, como aprender nuevos hobbies, mantenernos unidos con nuestros seres queridos de cualquier forma y la gran pausa que requirió cultivar mucha paciencia. Hablemos de la diferencia entre ilusión y esperanza que la académica y escritora estadounidense, Rebecca Goldstein, menciona para BBC.
Primero que nada, la filósofa hace hincapié en que sí, la esperanza es una leve forma de autoengaño, y que si perdemos el control de ella, es posible que terminemos peor que al inicio; no por nada los griegos hablaron de ella como el último mal que salió de la caja de Pandora, el peor de todos.
Pero sin la esperanza no podríamos alimentar nuestra ambición de mejorar, buscando formas en las que podamos mejorar nuestra vida y la de los demás. La esperanza es el mayor combustible para darnos valor en momentos en los que simplemente no encontramos nada de luz. Algo que no tiene nada que ver con la ilusión.
Y sin duda, el 2020 nos dejó en claro la diferencia entre tener esperanza y tener ilusión.
“La ilusión que ignoró las advertencias de los científicos sobre una apertura de la economía demasiado rápida; la ilusión que aboga por una "inmunidad de rebaño" como si tuviera poderes apotropaicos; la ilusión de los que se han cansado del coronavirus antes de que el coronavirus se haya cansado de nosotros…”, menciona Goldstein como unos ejemplos.
Es decir, la ilusión no nos da valor, sino que buscamos desechar y ocultar la realidad, pero como dicen, todo cae sobre su propio peso y no hay mayor peso en este mundo que la realidad recordándonos que aquí está.
En este sentido, la filósofa hace referencia a esta necesidad de ilusionarnos desde nuestra misma sociedad, haciendo mención de Spinoza, quien criticó muchas veces la idea de concebir la realidad humana como un "reino dentro de un reino", o sea, un mundo que se cree autónomo dentro de la naturaleza.
Y parece ser que la covid-19 es el temblor que tiró la ilusión de estabilidad que los humanos nos hemos dejado de hacer crecer, aquel reino dentro de un reino del que Spinoza habla. Por más dinero, estatus, poder o estas ilusiones sociales, el virus no ha demostrado más de una vez que no ve estas diferencias y a todos nos puedes tocar.
Sin duda, esta pandemia nos ha enseñado que nos toca acomodarnos a la realidad, en lugar de imaginar que la realidad se acomoda a nosotros. Sacar a relucir nuestra resiliencia y adaptabilidad ha sido una de las mayores enseñanzas que la covid-19 ha dejado en el mundo.
Y, tal vez más grande, qué haremos con esto que hemos aprendido, sobre todo si ya sabemos que no podemos cambiar la realidad con solo desearlo; la lección de que el futuro no cambiará por sí mismo, sino que requiere nuestros mejores esfuerzos.
Nuestra vida es sumamente frágil y preciosa, como la de todas las especies que conviven con nosotros en este planeta, por lo que es importante que seamos conscientes de que la esperanza es lo único que nos queda, pero que esta no ocurre porque sí, sino que debe existir compromiso y trabajo de por medio.
Al final, todo pasa, el tiempo pasa, la vida pasa e inevitablemente esta pandemia pasará, lo importante no es que pase, sino cómo es que va a ocurrir en nosotros de ahora en adelante.
FOTO: Adobe Stock
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