La literatura mexicana consta de un extenso bagaje en el que cientos de nombres de autores, títulos de obras y firmas editoriales, han edificado las bibliotecas de nuestra cultura. Desde las miradas externas, hasta las internas, en materia literaria, México se ha posicionado, desde siglos atrás, entre las altas estanterías globales que representa el mundo intelectual. 

Mientras nuestros monumentos literarios se alzan con nombres en los que figuras como Octavio Paz, Carlos Fuentes, Juan Rulfo y demás se rebosan entre los clásicos check list y musts de cualquiera que se considere intelectual; una subcultura se ha ido construyendo todo un camino en el que la literatura se enfrente desde la rebeldía académica y estándares sociales, para contar el lado B de la historia. 

En este sentido, otros tantos escritores y editores, nunca han dependido de los apoyos gubernamentales o grandes finanzas, para estar presente en la escena intelectual a viva voz. La resiliencia y el talento también aguardan en lugares ocultos, o simplemente no tan a la vista de todos. 

Los fanzines como alternativa

Entre más avanzamos en este lado de la historia, más viene a nuestras mentes el concepto del fanzine. Se trata de una publicación independiente que dedica sus contenidos a tópicos de interés para ciertos grupos contraculturales específicos. 

A mediados de los 70, aparecieron publicaciones como La Piedra Rodante  o El Conecte, en México y fungieron como fuentes de información para quienes estuvieran interesados en el rock. Esto por nombrar un ejemplo, pero hablamos de un tipo de publicación que se hizo valer por su variedad de temáticas, cada una con sus públicos específicos.

Regresando la mirada al México del pasado y sus primeros fanzines populares en los que el lado rebelde y punketo sobresalía, recordamos algunos como Boletín del Espacio Anarkopunk, Puro Pinche Ruido y el antiguo y aún existente Cryptas. 

Por otra parte, la literatura también tuvo lugar en este lado B de la historia narrativa,  y por lo mismo con un peso contracultural relevante. Tal es el caso del Galimatías o Generación, de Carlos Martínez Rentería, quien incluso habiendo sido apoyado por el FONCA, mantenía un espíritu underground. 

El despojo de la academia

Para hablar de las editoriales independientes, es indispensable hablar de los orígenes 

 de la literatura “callejera” o contracultural. Para eso, señalamos la llegada de la revista Moho (1988), pues se convirtió en un punto de partida del género subterráneo por excelencia. 

Fundada por el escritor mexicano, Guillermo Fadanelli (¿Te veré en el desayuno?, Lodo, Educar a los topos) y la directora de cine, Yolanda M. Guadarrama, comenzó como un proyecto literario en el que se buscaba desafiar toda concepción de la literatura. Sus contenidos variaban en el eje literario, pero siempre con un tono destructivo, visceral y grotesco y demás temas y lenguajes desaprobados por la academía y el séquito de escritores que la drenaban para escribir los libros que ahora nombramos como “los mejores” de la época. 

De la revista surgió la idea de convertirla en una editorial, pero una que se alejara de todos los cánones convencionalistas y conservadores que habitan en el mundo literario, para apostar por narrativas mucho más libres y honestas. Lo que, desde entonces, ha quebrantado los puntos comunes y clichés literarios, desde su función narrativa, como la típica figura del poeta o escritor bohemio de pipa y café en mano. 

Se trata de una apuesta mucho más punk, en la que lo deliberado no es necesariamente una excusa, sino una estética. Claramente, con el tiempo, se ha ido moldeando a las nuevas exigencias y contraposiciones a los convencionalismos de cada década. Es decir, si antes era una apuesta por la ruptura académica el hablar de drogas y rock and roll (por mencionar algo), hoy en día lo son otros temas completamente distintos. 

El espíritu de las editoriales independientes radica en la separación de la academia, y muchos más estándares sociales y hasta políticos en los que suele encasillarse el arte y los discursos cotidianos de la vida misma. 

No significa que sean mejores que los otros, o viceversa, pero sin duda vale la pena explorar el mundo underground en el que la literatura contemporánea mexicana respira actualmente. Por eso 

Mantarraya Ediciones

Desde 2001, esta editorial se dedica únicamente a “libros singulares”, según su propia descripción. En su catálogo podemos encontrar más de cuarenta títulos que van desde la poesía, narrativa, e incluso algunos cómics y muestras de artistas visuales.

Se trata de un proyecto auspiciado por Hostería La Bota, y que busca acercarse a la gente desde la literatura fuera de lo convencional. 

Enjambre literario

Se trata de un proyecto editorial que apuesta por la creación de redes de escritoras mujeres. “Estamos interesadas en todas las voces, todos los temas”, afirman. 

“A sabiendas de que lo que no se nombra no existe, desea participar en la tarea de seguir abriendo nuevos espacios de difusión, así como de buscar la oportunidad de conocer más voces literarias en toda Iberoamérica”, añaden. 

Dharma Books

Se trata de una editorial independiente que ha crecido relevantemente en los últimos años, de acuerdo con sus propias palabras: “creemos que vamos a editar y publicar sólo lo que estemos seguros que aportará algo importante y sustancioso a la conversación en México y en los países a donde lleguen nuestros libros. Dharma, entonces, armará y conformará su catálogo acorde a lo que los tiempos nos exijan, y también según los temas y las coyunturas”. 

Igualmente, hablan sobre no tener una línea editorial pero sí de saber que buscan historias “que parten desde una necesidad interior, desde un malestar; lo que no queremos son libros plagados de fórmulas, de trampas, de caminos ya caminados. Buscamos lo nuevo, lo honesto y arriesgado”.  

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Paulina Martínez