El mundo está tomando su rumbo poco a poco, y parece que la batuta de la esperanza del cine de autor la lleva el Festival de Cine de Venecia, que este miércoles 2 de septiembre dio comienzo a su 77° edición.

Sucedió con todas las medidas necesarias, como una alfombra roja sin público, con unos pocos fotógrafos y camarógrafos distribuidos con una distancia segura en las escaleras del Lido, estrictamente vestidos de negro, inclusive la mascarilla.

De igual manera cada uno de los invitados tenía mascarilla, obligados a mantener la distancia y con su presencia sólo confirmada de la mano de una prueba negativa de Covid. Aún con todo este contexto, Alberto Barbena, director del festival, fue muy claro con el papel del festival frente a esta nueva normalidad:

“Después de tantos meses de confinamiento y bloqueo, debemos encontrar el coraje para abrir de nuevo las salas de cine, comenzar a producir películas nuevamente, realizar buenos productos para convencer al público de que es hora de salir de sus apartamentos para ir de nuevo a las salas de cine.”

Sin duda, el cine fue una de las industrias más golpeadas en estos casi cinco meses de paro total en el mundo; y aunque algunos países comenzaron a abrir sus salas de cine, vemos poca luz en el inicio (o reinicio) de las producciones.

Por lo que ver el primer festival de cine que se lleva a cabo de forma presencial, sin duda, da esperanzas al gremio, así como a los cinéfilos. Con los mismos diez días de duración, pero una notable reducción del número de invitados y de selecciones paralelas; y una ausencia total de Hollywood.

El Festival de Venecia resulta ser uno de los más antiguos, por lo que no se trata de la primera edición llevada a cabo en momentos peculiares. Algunos medios recordaron algunas ediciones "especiales", como la de 1946, tras el final de la Segunda Guerra Mundial, soñando con la libertad y el renacer tras veinte años de fascismo. 

La cinta Lacci, del italiano Daniele Luchetti, fue la encargada de inaugurar el festival; una historia sobre complejos lazos de amor y desamor, basada en la novela Atadura de Domenico Startone.

Esta se trata de la primera vez que un filme italiano inaugura el festival en los últimos once años, una muestra fehaciente del apoyo a la industria del país europeo. 

“Había que hacer un festival con total seguridad, respetando todas las medidas de precaución. No más películas por streaming, extrañamos la experiencia de ir al cine y es hora de volver a empezar", aseveró Barbera.

Los cinéfilos que deseen participar en las proyecciones de la muestra, deben seguir un protocolo muy preciso, en el que están obligados a usar mascarilla dentro y fuera de las salas, cuya capacidad fue reducida al 50%.

De igual forma, deben de reservar con anticipación su entrada, incluidas las ruedas de prensa, en las que sólo pueden acceder después de un control de temperatura. Con todas estas medidas, el festival espera facilitar el rastreo de personas que presenten síntomas.

Todo aquello para mostrar los 60 largometrajes que participarán en la Mostra, en cinco categorías distintas, así como 15 cortometrajes y una serie de televisión.

A pesar de que Italia ha prohibido la entrada a ciudadanos de varios países latinoamericanos, una diversidad de directores y directoras forman parte de las cintas que el Festival de Venecia acogió en este entrega. 

Como Selva trágica, de la mexicana Yulene Olaizola; así como Nuevo Orden, de Michel Franco, el único filme latino en participar por el León de Oro en esta edición.

Nora Morales